Antes de adentrarnos en el mundo de la alimentación y establecer hábitos, es importante comprender cómo aprende el cerebro del niño a comer. Esto nos ayuda a discernir qué prácticas son beneficiosas y cuáles deben evitarse en este nuevo viaje.
Todos hemos oído hablar del sistema nervioso central (SNC), ese asombroso sistema que desempeña funciones conscientes e inconscientes en nuestro cuerpo, permitiéndonos experimentar y aprender del entorno a través de los sentidos (tacto, vista, olfato, gusto y audición). Específicamente, se encarga de asociar respuestas emocionales y conductuales con el aprendizaje (Kandel, 2013).
Nuestras primeras experiencias en alimentación deben desarrollarse con cuidado y atención para que el sistema nervioso asocie estas interacciones de manera positiva. Una gran parte de ese trabajo lo llevan a cabo las neuronas espejo, las cuales se activan cuando observamos una acción específica y luego intentamos imitarla para integrarla como aprendizaje (Buccino et al., 2001).
Ambiente tranquilo y sin presiones: La forma en la que nos comunicamos con nuestros hijos durante las comidas influirá en cómo recuerden esas experiencias y cómo se asocien con esos alimentos. Este tipo de aprendizaje incidental, adquirido a través de experiencias cotidianas, subraya la importancia de reflexionar antes de reaccionar de forma aversiva ante la negativa de comer.
Permitir que se conecten con la sensación de saciedad: La saciedad se define como “el estado fisiológico y psicológico en el cual un niño experimenta una reducción en el deseo de comer después de haber ingerido suficiente alimento para satisfacer sus necesidades energéticas y nutricionales en ese momento” (Birch & Fisher, 1998). Por lo tanto, si tu hijo dice que está lleno después de varios intentos, es importante escucharlo; esto también les enseñará a escuchar su propio cuerpo.
Involucra a los niños en la preparación de alimentos. Pueden ayudar a lavar y cortar ingredientes, mezclar o montar platos, lo que les dará una sensación de logro y motivación para probar lo que han preparado (American Academy of Pediatrics, 2020).
Este enfoque lúdico y consciente hacia la alimentación puede no solo fomentar hábitos alimentarios saludables desde una edad temprana, sino también fortalecer los vínculos familiares alrededor de la mesa. Es un viaje de descubrimiento compartido que nutre tanto el cuerpo como la mente de tu hijo.
Bibliografía:
Kandel, E. s. (2013). Principios de la neurociencia. McGraw-Hill Interamericana .
Buccino, G., Binkofski, F., Fink, G. R., Fadiga, L., Fogassi, L., Gallese, V., … & Freund, H. J. (2001). Action observation activates premotor and parietal areas in a somatotopic manner . European Journal of Neuroscience .
Kapur, M. (2016). Productive failure in learning math. Cognitive Science,.
Birch, L. L. (1988). Development of eating behaviors among children and adolescents. Pediatrics, 101(Supplement 2), 539-549.
Pediatrics, A. A. (6 de 9 de 2020). Obtenido de Healthychildren.org en Español: https://www.healthychildren.org
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